10 meses dan material suficiente para resumir nuestra experiencia. Permiten elaborar una lista de aquello que nos ha gustado y lo que no. De recordar los momentos que permanecerán en nuestra memoria y los que vamos a olvidar. De expresar los distintos sentimientos que nos ha generado descubrir Sudamérica, y en especial sus gentes, así como Oceanía. Sin embargo, sería algo reiterativo pues en menor o mayor medida es lo que hemos venido haciendo en nuestros humildes, a veces largos y pesados, relatos.
Puede parecer pretencioso, pero creemos que estos 10 meses nos han servido para cambiar. ¿Qué? Aún ni idea, pero sabemos que en algunos aspectos no somos iguales a cuando salimos de Barcelona, el pasado 28 de abril. Un de las diferencias más sustanciales que ya hemos podido descifrar, y que de alguna forma es un ejemplo de estos cambios, atañe precisamente a la forma en que uno puede vincularse emocionalmente a lo que le rodea. En un viaje de estas características, pese a las miles de cosas que se pueden ver, hacer y disfrutar, existe el peligro de caer en una visión superficial de las cosas. Existe el riesgo de pasar por encima de ellas, usando esa mirada extraña que demasiadas veces nos acompaña. En pocas palabras, puedes caer en el error de limitarte a ver, olvidándote de conocer. A nosotros nos ha pasados muchas veces, quizás demasiadas, pero en algún momento, hemos descubierto esa distinción, y esos han sido los instantes en los que hemos gozado no sólo de lo que contemplábamos, sino de lo que vivíamos. Creemos que fue primero en Buenos Aires y luego, con mayor intensidad, en Cusco. Da la casualidad que en ambos sitios es donde hemos pasado más tiempo, en total cerca de un tercio de nuestro periplo. Cuando uno establece lazos con un lugar y sus habitantes pasa de la simple mirada a la vivencia.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero sin palabras, esa imagen, aunque pueda ser muy expresiva, pierde gran parte de su poder explicativo, pierde su capacidad para transmitir realmente lo que hay detrás de ella. Sin palabras, es difícil unirse incondicionalmente a una imagen. Ese es el poder de las relaciones. Allí donde hemos podido establecer este vínculo entre imágenes y palabras, entre el entorno que nos rodeaba y las personas que lo habitaban, es cuando realmente nos hemos realizado en estos largos, y a la vez cortos, 10 meses. Por mucho que en Cusco haya algunas de las maravillas de este mundo, como Machupicchu, Choquequirao o simplemente la cordillera de los Andes, ese lugar no sería el mismo si no hubiésemos coincidido con los niños de Magie delle Ande, con personas como Begoña, Dyone o Jordan o simplemente hubiésemos establecido lazos con la Mamita que nos atendía en la tienda de ultramarinos de la carretera que unía Huaro con Cusco. Para algunos, ésta será una ciudad muy turística, para nosotros es un lugar que tiene algo especial, que nos hace compartir la decisión de los primeros incas de situar allí su capital, convencidos de que era el ombligo del mundo.
Este tiempo nos ha servido para conocer partes de un enorme continente como Sudamérica y explorar dos países como Australia y Nueva Zelanda. Sin lugar a dudas nos quedamos con lo vivido en América del Sur aunque agradecemos haber tenido la oportunidad de haber visto una parte de Oceanía, muy lejana, y a la que posiblemente nunca más volveremos. Seguramente, si hubiésemos empezado primero por estos dos últimos países, nuestra visión sería distinta. En esto de las opiniones, así como en muchas otras cosas, todo es relativo. Simplemente, y ya lo hemos dicho en alguna ocasión, volvemos a casa con el convencimiento de que somos 100% latinos y hemos constatado que el carácter anglosajón no encaja con nuestra forma de ver, entender y vivir la vida. Para simplificar, en las antípodas tienen sangre de orchata, nosotros de sangría. Es una cuestión de prioridades y las nuestras no cuadran con este modelo social y de vida. Sin despreciar sus méritos y ventajas, que los hay, en especial cuando vemos lo bien que funciona todo en estos paises. Preferimos estar expectantes a lo que en estos momentos, por ejemplo, se vive en Brasil a nivel social, pues en el futuro puede ser una referencia delante de la crisis de modelo en la que estamos inmersos por culpa de que algún lunático proclamó con antelación el fin de la historia, y todos nos lo creímos.
En definitiva, (com que som perfectament bilingües, encara que pesi a la Rosa Díez, en Zapater o als redactors de El Mundo, passem al català per acabar) el que realment ens quedarà a la matèria grisa és el que hem viscut a Sud-Amèrica. Hem tingut la sort de passar-hi en un moment especial, amb una majoritària presència al poder de partits indígenes o d'esquerres i en mig d'una explosió de vitalitat social i cultural. Evidentment, no tot és de color rosa i les diferències, la desigualtat i corrupció són xacres que no permeten ser massa positius tant amb el present com amb el futur d'aquella part del món. Tanmateix, hem pogut notar quelcom que a la nostra vella i estimada Europa falta: noves idees.
En qualsevol cas, sempre ens quedaran els detalls, aquells que són quasi imperceptibles però que et venen ràpidament a la memòria quan penses en un lloc concret. Com els centilitres de cervesa natural que ens hem pimplat a Cusco, els pratos feitos de Brasil, el cafè tinto de Colòmbia, la carn que et sereveixen a qualsevol lloc d'Argentina, les sopes bolivianes i per últim, encara que sense cap relació amb la teca, els estels que es poden veure al Desert d'Atacama. Per tot això, i molt més, Sud-amèrica ens ha robat una part del nostre cor, una part que mai més podrem oblidar, i que progressivament haurem d'anar omplint amb futures visites.
Durant aquests 300 dies hem dormit a més de més de 70 llits diferents, hem pujat a 17 avions, hem recorregut uns 60.000 km entre anades i vingudes, hem viatjat a desenes d'autobusos o similars, en molts d'ells hi hem passat la nit. Aquests, només són els números d'una experiència apassionant i que recomanem a tots aquells que desitgin dur-la a terme a la seva manera. Com nosaltres, estem quasi segurs que no s'empenediran. Respecte al cost que suposa tirar-se a aquesta psicina, només podem respondre el que ens deia una persona molt estimada i sempre recordada: "diners i paraules". En qualsevol cas, hem gastat menys que si ens haguéssim quedat a Barcelona. ¡Que nos quiten lo bailao!