dimecres, 30 de juliol del 2008

Los Andes. Recortando el Cielo

Llegamos a Mendoza con dos objetivos claros: vinos y montaña. Para lo primero, nada más bajar del bus y seleccionar un hostel de lo más cutre, nos fuimos a Maipú, para visitar la ruta de las bodegas en bicicleta... algo tan turístico que hasta la tienda que te alquilan la bici se llama “Bikes & Wines”. Después de perdernos, comer en una gasolinera (no encontramos restaurante ni a tiros) y machacarnos el culo, y algo más, en el sillón de la bici, acabamos en la primera bodega para degustar sus caldos.

En Argentina se producen buenos vinos, tanto en Mendoza, San Juan como San Rafael, aunque hay otras zonas de producción como Tierra del Fuego. La variedad estrella en la zona es el Malbec. Una uva que aguanta perfectamente las duras condiciones de la zona. De hecho, cuando uno se acerca a Mendoza debe olvidar las tradicionales imágenes de los viñedos que tenemos interiorizadas. En lugar de tierras fértiles como las de la Rioja, Ribera del Duero, la Borgoña o Burdeos, en Mendoza nos encontramos con un desierto en la falda de los Andes donde la pluviometría es escasa. La pregunta que uno se hace es obligada: ¿Cómo diantre pueden vivir los viñedos aquí? Para encontrar la respuesta sólo hay que alzar la vista y mirar el horizonte donde se divisan los picos nevados de los Andes, con montañas de más de 6000 metros. En esta zona los viñedos se riegan por inundación, cada 15 días, gracias a un sistema de acequias y acueductos que recogen el agua del deshielo.

Después de la cata y de comprar algo de vino, devolvimos las bicicletas con algo más que una sonrisa. Antes de agarrar el colectivo(¡Cuántas horas llevamos en ellos!) de vuelta a Mendoza tuvimos un nuevo encuentro paranormal. Íbamos contentillos y un poco alterados y nos cruzamos con los más parecido a “El Nen de Castefa” de Argentina, con un cocheo tuneado, luciendo unos mega adhesivos de “The Fast and de Furious” (gran película ésta). Tras unos ehhhhhhhs!, de las chicas, frenó, en medio de la carretera, e hizo marcha atrás. Nosotros, inocentes, pensábamos que el cachondeo nos serviría para regresar al hostel gratis... pero simplemente se acercó a nosotros para fardar de “buga” delante de Natalia y Marta. Al ver que no picaban, arrancó con gran estruendo y derrapando ruedas, levantando toda la tierra posible y dejando huella durante su recorrido. Lo mejor fue el cachondeo de ambas, cuál buscadoras de “Jack's”, como demuestran las fotografías. Un momento “La Juani”.

Dejamos Mendoza, la ciudad tiene más bien poca cosa, para adentrarnos en los Andes. De lejos imponen. De cerca, simplemente te hacen sentir enano, raquítico, diminuto... más bien, insignificante. Alquilamos un coche y ascendimos siguiendo el río Mendoza hasta la frontera chilena, una carretera panorámica que sube hasta 3000 y pico metros, que pasa muy cerca del Aconcagua. Todo este tramo de vía es de una aridez sorprendente, agravada por el calor casi sofocante de esos días, algo inaudito para la época. Los picos nevados recortaban el cielo azul, sereno y sin ninguna nube. Estuvimos a punto de esquiar en Penitentes, una pequeña estación de esquí alpino, pero al final nos rajamos por caro.

Por contra, paseamos por la ruta de aproximación al campo base del Aconcagua. En Mendoza nos contaron que ese pico era como un shoping (acá, como en Brasil, a los centros comerciales se les llama así) por la cantidad de gente que asciende cada año. Sin embargo, no hay que dejarse engañar. Pese a ser un pico relativamente fácil, es bueno saber que es el más alto fuera del Himalaya y que cada año la palman unos cuantos alpinistas, como así lo atestigua el cementerio del alpinista andino, donde queda poco espacio y peregrinan muchas familias de todo el mundo a ver sus muertos. Lógicamente, ni se nos pasó por la cabeza salirnos del camino marcado para turistas no atrevidos. A más de 3000, con un manto de nieve que lo cubre todo, puede significar caerse en una grieta o río cubierto. Como auténticos “pixa pins” que somos, no nos salimos de las trazas marcadas. Mientras nos hundíamos en la nieve, Natalia no paró de jugar con ella. Para ella, ese paisaje era algo nuevo. Conocía la nieve pero la urbana, esa que aparece y desaparece en horas. Su cara de alucine era reveladora.

De regreso a Mendoza, nos encontramos con uno de los sellos características de la hostelería argentina. Vayas donde vayas, ya sea en las cartas, menús o pizarras de la entrada, te encontrarás con una frase parecida a la que aquí os mostramos. A veces, son más sutiles, otras tan directas como esta. Incrustamos una canción que pretende mostrar cuál es la mejor actitud a la hora de pedir y vivir una experiencia gastronómica en Argentina. ¡Lo que si es seguro es que se come de muerte!




Fotos: http://picasaweb.google.com/ankor73/MENDOZA

2 comentaris:

microbi ha dit...

FAMILIA!
aixi que heu estat als ANDES, como mola "neeen", aqui de tuneros mega cutres en hi ha mils, i de cotxes pijais tambe!

Em feu una enveja amb lo del menjar! Encara que el dissabte vaig sopar exquisitament...

Jugant amb la neu eh! Jo, podria fer el mateix a la feina, pq el A/C esta que em te com un cubito!
pero surto al carrer, i de nieve nadita, tens la calor i humitat sofocant 4 cops pitjor que BCN.


Un peto...
i tot i que estem al mateix costat del xarco esteu lluny, i us trovo a faltar!

Anna ha dit...

a veure si aconsegueixo que entri algun comentari meu, ja fa dies que ho intento sense èxit. La meva pericia amb aquestes màquines és fatal...
em distreu molt entrar de tant en tant a la vostra ruta i amb els comentaris vaig sabent de la resta de la família, que encara que molts estem a la vora tampoc ens veiem gaire el pèl.
Juliol ha estat emocionant : la casa plena d' equilibristes suecs companys del Manel menjant com a dracs i la sogra feta una coca perque va caure pel carrer i no se sap ben bé perque`però no camina...
Pero ara en MAnel i els seus han tornat al nord i la sogra a casa seva amb una sra. i només cal anar a fer suport i nosaltres a punt també de marxar uns dies de vacances
petons, anna moreto